Cuando estos últimos días hablamos
de libertad, os traigo un documento de Xuan Cándano de la Revista ATLANTICA
XXII, donde nos presenta el sentido de la libertad de la que se nos llena la
boca muchas veces, pero no hemos penetrado en el interior de ella por el miedo
a comprometernos con este mundo insolidario que estamos viviendo estos días.
“ No hay palabra de la que se abuse tanto como
libertad. Los dictadores la tienen siempre en la boca. Con la libertad de la
que alardeaba Franco la gente hacía chistes, como aquel que explicaba las
razones por las que España era una, grande y libre, gracias a las quinielas.
–Una
porque no hay otra, grande porque caben hasta los americanos y libre porque
puedes escoger entre 1, X y 2. En su famoso viaje a la URSS en 1920, Fernando
de los Ríos volvió horrorizado con aquella interrogación que le espetó Lenin,
que hizo que intelectuales como aquel profesor de la Institución Libre de
Enseñanza abrazaran al socialismo y aborrecieran al comunismo, intuyendo el
totalitarismo que traía.
–¿Libertad,
para qué?
Hay
tan poco respeto a la libertad en España que los liberales son una minoría
perseguida desde las Cortes de Cádiz, lo que supuso una guerra civil en la que
faltaban demócratas en los dos bandos. Los liberales son un bien escaso en la
historia de España, pero los impostores que se disfrazan con su ropaje
ideológico son ahora legión y copan los Gobiernos. Quieren poco Estado –pero
con mucha autoridad, no se vayan a desmadrar los pobres– y margen suficiente
para sus negocios.
Puestos
a adelgazar al Estado, ¿por qué no se aplican la dieta ellos mismos, como puede
hacer la impostora liberal Esperanza Aguirre disolviendo la absurda y
despilfarradora Autonomía de Madrid? Con su tono insolente, tan poco liberal,
Esperanza Aguirre es de las que más apela a la libertad de enseñanza y de
elección de centro para justificar la financiación de negocios educativos
privados con dinero público. Y está dispuesta a ser insumisa ante la Justicia y
saltarse la sentencia del Tribunal Supremo que excluye de los conciertos
educativos a los colegios del Opus Dei que segregan a los alumnos por sexo.
Le
ayudará otro conspicuo liberal, el ministro de Educación José Ignacio Wert, que
modificará la ley para evitar que el Opus Dei pierda las millonarias
aportaciones del Estado en sus colegios. Eso sí que es aplicar prácticas
liberales: si la ley perjudica los negocios de los míos se modifica, que para
eso están las mayorías absolutas. Los conciertos educativos son un escándalo
del que se arrepiente Felipe González, que fue quien los parió como concesión a
la Iglesia católica en los años ochenta, cuando la generación de los baby boom
llenaba las aulas.
Y
lo que era un privilegio excepcional, que solo existe en España, acabó
convirtiéndose en una práctica generalizada que los beneficiarios tienen por un
derecho.
Que
con los recortes en la educación pública se mantenga la millonada de los
conciertos, que son más de 5.000 millones de euros por curso, da que pensar en
la desafortunada frasecita de Lenin. Cuando los ricos hablan de libertad, los
pobres mejor escondemos la cartera.
Curiosos
liberales éstos que arremeten contra las subvenciones, menos las que reciben
ellos por enviar a sus hijos a colegios privados, caros, elitistas y en su
mayoría religiosos, mantenidos por el Estado.
Pocas
discriminaciones tan injustas y tan obvias como las de un currante que tiene a
sus hijos en la enseñanza concertada, frente a un compañero que los tiene en la
pública. Al primero lo subvenciona el Estado, el segundo le paga la subvención
con sus impuestos.
¿Dónde
está la izquierda, cautiva y desarmada como la España republicana en 1939,
siempre a la defensiva y sin más ambición que resistir, incapaz siquiera de
exigir el fin de unos privilegios que la crisis hace especialmente
insoportables? ¿Por qué no se instalan los colegios concertados en las zonas
rurales, donde cuando cierra una escuela cierra el pueblo, y donde tan
necesitados están de servicios básicos como la educación? ¿Y por qué apenas
tienen inmigrantes, a los que atiende solo la enseñanza pública, que pese a
todo sigue siendo en España mejor que la privada?
En
España hay libertad de elección de centro y más habría si se eliminaran los
conciertos. La distorsión reside en que hay quien se tomó la libertad de que
los demás le paguemos su enseñanza privada, generalmente con crucifijo.
Si
los padres quieren enseñanza privada para sus hijos que la paguen, como la
sanidad, que nadie reclama derechos para que el Estado le abone una operación
en los hospitales del Opus Dei, aunque todo se andará, con lo sobrados que
andan nuestros liberales. Y si no tienen dinero, que los colegios privados se
lo perdonen o que cobren en función de las rentas de los padres.
A
estos liberales de mentira les das la mano y te acaban tomando el pelo. Con
total libertad”.
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