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domingo, 20 de abril de 2014

LA MEDIOCRIDAD ES NUESTRA MARCA ESPAÑA…

La mediocridad es el olvidarse de crecer. El conformismo de lo que está. ¡Es la muerte en vida! Si no aspiramos a crecer, a cultivarnos, a aprender cada día algo nuevo, a enseñar nuestras pocas sabidurías, a investigar lo desconocido, a escalar en las alturas inalcanzables.....¿para qué vivir?. Muchas más cosas serían posibles si dejáramos de ser cautivos del miedo. Hay que aprender el arte de navegar por la vida.

La mediocridad es un estado en que se pierden las ganas y el amor a lo que se hace, es dejar de poner todo nuestro esfuerzo para culminar nuestras actividades; ser mediocre es perder la capacidad de pensar y de utilizar nuestras capacidades y actitudes. Qué fácil es hablar de lo que no se sabe usando los gritos y la prepotencia, así vemos muchas veces a nuestros políticos cercanos: hablan de pintura como si hubieran estado toda la vida estudiando en Bellas Artes; hablan de historia como si la hubieran estudiado y nunca han investigado; hablan del medio ambiente, y no son capaces de entrar en la racionalización del medio; hablan de arqueología y no saben distinguir una pieza de barro de otra; hablan de religión y de cofradías y no son creyentes; hablan y  hablan bla, bla, bla y no dicen nada, porque el vacío que les llena les impiden avanzar, pero se sienten dioses. Se les olvidó que la humildad es la que te hace crecer en bondad, en solidaridad,…

Así recuerdo aquel artículo de Alex Rovira “Fértil humildad”, donde nos dice que “La humildad nos habla de liberarnos de lo accesorio para poder desarrollar lo esencial. Nos invita también a darnos cuenta de que son precisamente nuestras limitaciones las que nos hacen humanos y que, gracias a ellas, podemos tomar conciencia de lo que nos queda por hacer y por crecer. Por ese motivo, la expresión sincera de la humildad no es signo de ingenuidad o debilidad, más bien todo lo contrario, lo es de lucidez y de fuerza interior. Lejos de ser frágil, la humildad nos muestra la grandeza de la persona que la manifiesta, precisamente porque nace del sentimiento de la propia insuficiencia: siempre hay algo o alguien de quién aprender, siempre es posible hacer las cosas mejor, siempre uno puede cuestionarse el valor y sentido de lo que está haciendo en su vida personal y profesional, y desde allí enfrentar nuevos retos, desarrollar nuevas habilidades, aprender nuevas lecciones o construir nuevos puentes.”

Ser mediocre es seguir una rutina y no optar por el cambio, por la innovación, por el riesgo, es seguir una línea que nos lleva al fracaso y no al éxito porque las personas mediocres no les importa el lugar solo les importa seguir adelante, la mediocridad intelectual es ser rutinario, para el hombre rutinario el cambio, lo nuevo, lo experimental es algo atrevido ya que no está capacitado para salir de su molde, está diseñado para producir siempre lo mismo, el hombre rutinario no quiere escapar de su rutina y de sus errores, para el todo lo que hace está perfecto. Este tipo de personas que no poseen la capacidad de cambio no tienen un futuro prometedor, ya que no son competentes en ningún lugar a donde lleguen.

El verdadero hombre mediocre, la cabeza es un simple adorno del cuerpo, es decir, que ha perdido la capacidad de pensar y de tomar sus propias decisiones, ha perdido su motivación y deseo de mejorar y ser útiles a la sociedad son unos cuerpos sin alma, ser mediocre intelectualmente es actuar siempre con un sentido común y no utilizando la capacidad de pensar, el mediocre no se atreve a mirar más allá de sus narices, no se atreve a salir de su propia jaula, se vuelve un ser inerte. Solo desean aplausos e inauguraciones, y rodearse de aduladores, que por lo general se venden por un plato de lentejas…

El triunfo de los mediocres de ANTONIO FRAGUAS DE PABLOS (FORGES):
  
“Quienes me conocen saben de mis credos e idearios. Por encima de éstos, creo que ha llegado la hora de ser sincero. Es, de todo punto, necesario hacer un profundo y sincero ejercicio de autocrítica, tomando, sin que sirva de precedente, la seriedad por bandera.
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo.
Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes, con una huelga general, o echándonos a la calle para protestar los unos contra los otros. 
Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente.
Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan, alguien cuya carrera política o profesional desconocemos por completo, si es que la hay. Tan solo porque son de los nuestros. 
Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado  natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre, reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia. 

- Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.
 

- Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un solo presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional. 

- Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir, incluso, a las asociaciones de víctimas del terrorismo.

- Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. 

- Mediocre es un país que tiene dos universidades entre las 10 más antiguas de Europa, pero, sin embargo, no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.

- Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas”.

- Mediocre es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. 

- Mediocre es un país en cuyas instituciones públicas se encuentran dirigentes políticos que, en un 48 % de los casos, jamás ejercieron sus respectivas profesiones, pero que encontraron en la Política el más relevante modo de vida. 

- Es mediocre un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza. 

- Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad. 

- Es Mediocre un país, a qué negarlo, que, para lucir sin complejos su enseña nacional, necesita la motivación de algún éxito deportivo.”


lunes, 14 de abril de 2014

¿QUE EDAD TENGO…?

En los albores del atardecer de la vida, sólo me queda abrir el alma, y ahí vá:
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades. No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados. Desprecio a los oportunistas y a las personas mezquinas. No tolero a los envidiosos que tratan de desacreditar a los  más capaces para apropiarse de sus lugares, talentos y logros. Ya no tengo tiempo para proyectos megalomaníacos. No participaré en conferencias que establecen reglas engañosas para erradicar la miseria en el mundo.

No quiero que me inviten a reuniones donde se pretende solucionar los problemas del milenio. Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten: estatutos, normas, procedimientos y políticas, sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar el egoísmo de personas que, a pesar de su edad cronológica, son unos inmaduros. No quiero ver las agujas del reloj  avanzando en reuniones de "confrontación", donde solo “ponemos sobre la mesa” las opiniones  egoístas.

Recuerdo ahora a  Mário de Andrade, que afirmó: “Las personas no discuten los contenidos, sólo sus títulos". Mi tiempo es escaso como  para discutir títulos; quiero la esencia. Mi alma tiene prisa; quiero vivir al lado de gente humana, muy humana; que sepa reír de sus errores, que no se envanezca con sus triunfos, que no se considere electa antes de tiempo, que no huya de sus responsabilidades, que defienda la dignidad de los marginados y que desee tan sólo andar al lado de Dios, si existe.

Caminar junto a cosas y personas de verdad. Disfrutar de un afecto absolutamente sin fraudes, nunca será una pérdida de tiempo. Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena. Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas. Gente a quien los golpes duros de la vida, les enseñó  a crecer con toques suaves en el alma. Si…. Tengo prisa por vivir con la intensidad que solo la madurez puede dar. Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz conmigo mismo por el deber cumplido. Ojala pueda ser así…

Aquí dejo un poema de José Saramago:

¿Qué cuántos años tengo?
¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido...
Pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo
otros “que estoy en el apogeo”.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.

Ahora no tienen por qué decir:
¡Estás muy joven, no lo lograrás!...
¡Estás muy viejo, ya no podrás!...
Tengo la edad en que las cosas se miran con calma, pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.

Tengo los años en que el amor:
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada y otras... un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derrame al ver mis ilusiones truncadas...

¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!
Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.

Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos ¿Qué cuántos años tengo?
¡Eso! ...¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo y hacer lo que quiero y siento!

Que importa cuántos años tengo.
o cuantos espero, si con los años que tengo.

¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!