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domingo, 8 de diciembre de 2013

NO DEJEMOS EN EL OLVIDO AL GENERAL JOSE MARIA TORRIJOS

Hace una semana, asistí en Alhaurin de la Torre a la inauguración de la décima segunda Jornada de homenaje a Torrijos y la Constitución, organizada por la Asociación Histórico-Cultural Torrijos 1831; aquella noche recibí una bofetada de aire fresco porque me hablaban de libertad y de lucha; y lo digo con el corazón en la mano, me sentí rejuvenecido por lo que estábamos  celebrando.

Me vinieron muchas cosas a la cabeza: las luchas del pasado y las vivencias del presente. Empecé a entender que la represión es el reflejo del fascista, que no hay triunfo sin renuncia, victoria sin sufrimiento y libertad sin sacrificio. Un hombre nace con libertad, pero esa libertad se destruye cuando el mismo hombre se la impide.

La libertad sólo debe disfrutarla quien se la merece, y mi libertad acaba donde empieza mi silencio, y gracias a ella tenemos un sueño, la utopía, lástima que haya algunos que nos lo prohíban diariamente. Decía Cicerón que “la libertad sólo puede fijar su residencia en aquellos Estados en que el pueblo tiene el poder supremo.”

Con estos actos, estamos sacando del olvido a quienes fueron fusilados por defender la libertad. Murieron por amar la libertad, por querer un mundo mejor para sus hijos/as. Murieron por defender unos ideales, que iban unidos con la libertad, una libertad que contrae dos grandes responsabilidades: la igualdad y la fraternidad.
Su ideal era el bien colectivo, no de unos pocos. Su ideal era no estar sometidos. Su ideal era progresista. Miraban el futuro con otros ojos, mujeres y hombres con los mismos derechos. Las desigualdades desaparecerían. Eran luchadores por lo que realmente es la vida. 

¡Por eso no olvidamos!, porque es de justicia recordar, porque muere quien deja de ser recordado. Sobrevivir era resistir, cada día y cada noche; el tiempo no olvida quien lucha por la libertad, el tiempo recuerda las lágrimas derramadas. Cuando la muerte se acerca, el miedo desaparece, y el corazón se agita compasadamente en busca de la libertad merecida.

Por eso hoy revivimos los hechos acaecidos en 1831, donde el general José María Torrijos quiso defender a una España que se la tragaba el absolutismo; de la misma manera nos rebelamos y desafiamos para encontrar la verdad, la memoria, el pasado, el presente y el futuro. Por el amor, por la libertad y lo que esta contrae, por todo ello ¡no olvido los días de lucha!.

La lucha continua, en nuestra mente, en nuestro corazón, en las calles, en las plazas... Este trágico desenlace de su vida explica el que haya pasado a la historia, con toda justicia, como un gran símbolo de la lucha contra el despotismo y la tiranía, con los rasgos de nobleza y serenidad épicas, propios del héroe romántico.

Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Lo mismo se dice del general Jose Maria Torrijos, que era según su biógrafa más reciente, la historiadora Irene Castells, un "liberal utópico", entendiendo "la categoría de utópico en su sentido histórico, en la del que aspira a un objetivo noble convencido de su necesidad y viabilidad hasta tanto la realidad no le demuestre lo contrario. La insurrección que buscaban estos liberales, con Torrijos a la cabeza, en su último intento desesperado, era arriesgada; pero la veían necesaria y posible. Se convirtió en utópica tras los fusilamientos de Málaga, no antes. [...] Ante el fracaso de su intento en las playas malagueñas, él seguiría creyendo que el mañana era la caída del absolutismo y el triunfo de la libertad y la Constitución. Incluso en términos de resultados, no cabe duda que este esfuerzo heroico de Torrijos y sus compañeros contribuyó al debilitamiento del régimen absolutista y facilitó el camino de la revolución liberal en España".

De ahí, en esta mañana dominical solo me queda decir con un grito desesperado,  junto a todos los libertadores, y como recuerdo póstumo a Nelson Mandela que sacrifico su libertad durante 27 años por su pueblo, por la concordia y la paz.


Alzemos nuestra voz y digamos: ¡VIVA LA LIBERTAD!