Ante los acontecimientos económicos,
políticos y sociales de nuestro país en las últimas semanas, han aflorado
voces que ponen en cuestión el papel de los intelectuales en la vida pública
española. De hecho, estamos asistiendo a duros ataques y agresivas campañas
de desprestigio por el mero hecho de adoptar, públicamente y en el marco de
instituciones públicas como la Universidad, posiciones críticas con
determinados poderes, en debates sobre nuestro modelo político, económico,
institucional o judicial.
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La amalgama ideológica
liberal-conservadora llevaba ya años intentando relegar el pensamiento
crítico al ostracismo, a la inhibición y a la autocensura, abriendo dudas
sobre la función social de los intelectuales y tratando de modelar el
comportamiento de la ciudadanía en contra de los valores más positivos de una
democracia. El debate ideológico parecía haber desaparecido.
La crisis del modelo económico, la
decepcionante respuesta política y judicial ante el clamor de las víctimas
del franquismo, y el creciente cuestionamiento de la versión oficial de la
transición a la democracia, han acentuado aún más la campaña de acoso ante
cualquier pensamiento crítico.
Los hombres y las mujeres de la ciencia,
parte sustancial del sujeto que denominamos “los intelectuales”, nos hemos
instalado en una “neutra” eficiencia profesional olvidando, muchas veces,
nuestra ineludible responsabilidad social. La actividad investigadora no
puede permanecer encerrada en una torre de marfil, sino que es preciso mirar
más allá del propio microscopio y ocuparse de la realidad social en que se
asienta el sistema científico.
Nuestra condición intelectual y ética
nos exige estar presentes en los debates públicos, en particular en la
Universidad y en los centros públicos de investigación, aportando conciencia
crítica a los procesos sociales y políticos, venciendo al miedo con la
palabra. Es nuestro derecho y nuestra responsabilidad porque en ellos se
dirimen principios y valores fundamentales para la convivencia en nuestro
país y el futuro del mundo que queremos.
Hacemos ciencia y la difundimos al
servicio del nuevo conocimiento y del desarrollo humano de la toda la
sociedad. Desde esas premisas, afirmamos nuestra voluntad de actuar también
como conciencia crítica ante el discurso dominante y como vigilantes de las
tentaciones involucionistas que afectan al desarrollo de la ciencia, pero
también a los derechos democráticos, al pluralismo ideológico efectivo y al
imperio de la justicia frente a toda corrupción o discriminación del diferente
o marginado.
Comunicado de muchas personas que desde
la reflexión, luchamos para que no nos marginen y sigamos desenmascarando
toda corrupción económica y política.
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viernes, 16 de noviembre de 2012
LA CIENCIA Y LA UNIVERSIDAD REIVINDICAN EL PENSAMIENTO CRITICO
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