Una buena amiga que como siempre con su reflexión y agudeza
que le da estar postrada en cama durante más de 40 años, siempre me ayuda a
comprender el entorno que me rodea. Y hoy lo hace recordándome “Las sietes
clases de españoles”.
Pero previamente a esto, quiero recordar la importancia que
tenía las tertulias en los Cafés, y en especial la de la Generación del 98.
Esta Generación es la primera de las tres que le darían la
gran época de esplendor a las tertulias en los Cafés. Se discutía de arte,
literatura, política, según le conviniese al público que acudía a participar en
las tertulias. Estas nunca eran fijas, al menos en esta primera fase. Eran
tertulias desenfadadas, donde no había establecido un día para acudir ni un
tema sobre el que hablar, todo era espontáneo, eran menos ritualizados que en
las generaciones posteriores, eran más cotidianas, más del presente, del día a
día. En palabras de algún bohemio se atacaba la vida frívola y estúpida de la
sociedad española. Qué pena que en pleno siglo XXI hemos perdido estos Cafés de
encuentro de tertulianos que enriquecían la sociedad y acababan con la
estupidez humana que nos envuelven; hoy en cambio, asistimos a los Cafés para hablar
de la frivolidad de la vida y de hablar del “yo más que tú”.
Entre los personajes que frecuentaban estas tertulias de
finales del siglo XIX y principios del XX encontramos en primer término a Ramón
María del Valle-Inclán, quien perdió la mano en una disputa en el Café de la
Montaña con D. Manuel Bueno; a Rubén Darío, Azorín, Unamuno, Benavente, Alberto
Insúa, Antonio y Manuel Machado, Rafael Urbano, José Nogales, Luis París, Ricardo
Catarinéu, Luis Bellon, Nilo Fabra, López del Castillo, Félix Méndez, Ciges
Aparicio, Enrique Díez-Canedo, Antonio Zozaya, Enrique Mesa, Constantino Román Salamero,
Pedro Mata, Enrique Gómez Mesa, Pedro de Répide, Bernardo G. de Candamo, Pablo
Ruiz Picasso, Ramiro de Maeztu, Enrique Cornuty, Julio Camba, Abelardo Corvino,
Enguita...
Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto el
gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, hervía por
las noches con la flor y nata de los intelectuales de la Generación del 98 y
los artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana,
Santiago Rusiñol, Mateo Inurria, Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.
Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de españoles... sí, como los siete pecados capitales. A saber:
1. Los que no saben;
2. Los que no quieren saber;
3. Los que odian el saber;
4. Los que sufren por no saber;
5. Los que aparentan que saben;
6. Los que triunfan sin saber, y
7. Los que viven gracias a que los demás no saben.
Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.
Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de españoles... sí, como los siete pecados capitales. A saber:
1. Los que no saben;
2. Los que no quieren saber;
3. Los que odian el saber;
4. Los que sufren por no saber;
5. Los que aparentan que saben;
6. Los que triunfan sin saber, y
7. Los que viven gracias a que los demás no saben.
Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario