Hace una semana, asistí
en Alhaurin de la Torre a la inauguración de la décima segunda Jornada de
homenaje a Torrijos y la Constitución, organizada por la Asociación Histórico-Cultural
Torrijos 1831; aquella noche recibí una bofetada de aire fresco porque me
hablaban de libertad y de lucha; y lo digo con el corazón en la mano, me sentí
rejuvenecido por lo que estábamos
celebrando.
Me vinieron muchas
cosas a la cabeza: las luchas del pasado y las vivencias del presente. Empecé a
entender que la represión es el reflejo del fascista, que no hay triunfo sin
renuncia, victoria sin sufrimiento y libertad sin sacrificio. Un hombre nace
con libertad, pero esa libertad se destruye cuando el mismo hombre se la
impide.
La libertad sólo
debe disfrutarla quien se la merece, y mi libertad acaba donde empieza mi
silencio, y gracias a ella tenemos un sueño, la utopía, lástima que haya
algunos que nos lo prohíban diariamente. Decía Cicerón que “la libertad sólo
puede fijar su residencia en aquellos Estados en que el pueblo tiene el poder
supremo.”
Con estos actos, estamos
sacando del olvido a quienes fueron fusilados por defender la libertad. Murieron
por amar la libertad, por querer un mundo mejor para sus hijos/as. Murieron por
defender unos ideales, que iban unidos con la libertad, una libertad que
contrae dos grandes responsabilidades: la igualdad y la fraternidad.
Su ideal era el bien
colectivo, no de unos pocos. Su ideal era no estar sometidos. Su ideal era
progresista. Miraban el futuro con otros ojos, mujeres y hombres con los mismos
derechos. Las desigualdades desaparecerían. Eran luchadores por lo que
realmente es la vida.
¡Por eso no
olvidamos!, porque es de justicia recordar, porque muere quien deja de ser
recordado. Sobrevivir era resistir, cada día y cada noche; el tiempo
no olvida quien lucha por la libertad, el tiempo recuerda las lágrimas
derramadas. Cuando la muerte se acerca, el miedo desaparece, y el
corazón se agita compasadamente en busca de la libertad merecida.
Por eso hoy
revivimos los hechos acaecidos en 1831, donde el general José María Torrijos
quiso defender a una España que se la tragaba el absolutismo; de la misma
manera nos rebelamos y desafiamos para encontrar la verdad, la memoria, el
pasado, el presente y el futuro. Por el amor, por la libertad y lo que esta
contrae, por todo ello ¡no olvido los días de lucha!.
La lucha continua,
en nuestra mente, en nuestro corazón, en las calles, en las plazas... Este
trágico desenlace de su vida explica el que haya pasado a la historia, con toda
justicia, como un gran símbolo de la lucha contra el despotismo y la tiranía,
con los rasgos de nobleza y serenidad épicas, propios del héroe romántico.
Cuando el
insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa, estaba
prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por
desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana
familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma
no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua:
pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre
del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un
cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma
insatisfecha dura toda la vida.
Lo mismo se dice del general Jose Maria Torrijos, que era según
su biógrafa más reciente, la historiadora Irene
Castells, un "liberal utópico", entendiendo
"la categoría de utópico en su sentido histórico, en la del que aspira a
un objetivo noble convencido de su necesidad y viabilidad hasta tanto la
realidad no le demuestre lo contrario. La insurrección que buscaban estos
liberales, con Torrijos a la cabeza, en su último intento desesperado, era
arriesgada; pero la veían necesaria y posible. Se convirtió en utópica tras los fusilamientos de Málaga, no
antes. [...] Ante el fracaso de su intento en las playas malagueñas, él
seguiría creyendo que el mañana era la caída del absolutismo y el triunfo de la libertad y la Constitución. Incluso en términos de resultados, no cabe duda que este
esfuerzo heroico de Torrijos y sus compañeros contribuyó al debilitamiento del
régimen absolutista y facilitó el camino de la revolución liberal en España".
De ahí, en esta mañana dominical solo me
queda decir con un grito desesperado, junto a todos los libertadores, y como recuerdo póstumo a Nelson Mandela que sacrifico su libertad durante 27 años por su pueblo, por la concordia y la paz.
Alzemos nuestra voz y digamos: ¡VIVA LA LIBERTAD!
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